miércoles, 23 de marzo de 2011

Moctezuma preso por los españoles.



Habíamos dejado el relato con los españoles como huespedes de honor del Gran Moctezuma, pero ahora (cuenta Bernal Diaz del Castillo), los españoles comienzan a sentir miedo al contemplar una ciudad tan grande, tan bulliciosa y con tan pocas vías de escape. Recordemos que Tenochtitlan está rodeada por un gran lago y se accede a ella por medio de puentes muy anchos, ademas las casas están fundadas sobre el agua, a manera de palafitos, y embarcaciones surcan los canales continuamente. Esto hace cavilar a los españoles, ellos confían en sus amigos, los indios de Tlascala, pero si les cortan el acceso a la ciudad ellos quedaran a merced de los Aztecas. Creen necesario tomar preso a Moctezuma. Vean lo que dice el cronista sobre esto:



"...como teníamos tan esforzados capitanes y soldados apartaron a Cortés en la iglesia cuatro de nuestros capitanes, y juntamente doce soldados de quien él se fiaba y comunicaba, y yo era uno de ellos, y le dijimos que mirase la red y garlito donde estábamos, y la gran fortaleza de aquella ciudad, y mirase las puentes y calzadas, y las palabras de aviso que por todos los pueblos por donde hemos venido nos han dado, de que había aconsejado el Huichilobos a Montezuma que nos dejase entrar en su ciudad y que allí nos matarían. Que mirase que los corazones de los hombres son muy mudables, en especial en los indios, y que no tuviese confianza de la buena voluntad y amor que Montezuma nos muestra, porque de una hora a otra la mudaría, y cuando se le antojase darnos guerra, con quitarnos la comida o el agua o alzar cualquier puente, no nos podríamos valer, y que mira la gran multitud de indios que tiene de guerra en su guarda, y que qué podríamos nosotros hacer para ofenderlos o para defendernos, porque todas las casas tienen en el agua. Pues socorros de nuestros amigos los de Tlascala ¿por dónde han de entrar? Y pues es cosa de ponderar todo esto que le decíamos, que luego sin más dilación prendiésemos a Montezuma, si queríamos asegurar nuestras vidas, y que no se aguardase para otro día.

DE LA PRISIÓN DEL GRAN MONTEZUMA

Como teníamos acordado el día antes prender a Montezuma, toda la noche estuvimos en oración rogando a Dios que fuese de tal manera que redundase para su santo servicio, y otro día de mañana fue acordado dela manera que había de ser.

Ya puestos a punto todos, envióle nuestro capitán a hacerle saber cómo iba a su palacio, porque así lo tenía por costumbre, y no se alterase viéndole ir de sobresalto. Montezuma bien entendió, poco más o menos, que iba enojado por lo de Almería.

Como entró Cortés, después de haberle hecho sus acatos acostumbrados, le dijo con nuestras lenguas: "Señor Montezuma, muy maravillado de vos estoy, siendo tan valeroso príncipe y habiéndonos dado por nuestro amigo, mandar a vuestros capitanes que teníais en la costa cerca de Tuzpan que tomasen armas contra mis españoles, y tener atrevimiento de robar los pueblos que están en guarda y amparo de nuestro rey y señor, y demandarles indios e indias para sacrificar, y matar un español, hermano mío y un caballo."


 No le quiso decir del capitán ni de los seis soldados que murieron luego que llegaron a la Villa Rica, porque Montezuma no lo alcanzó a saber. También le dijo Cortés: "Teniéndole por tan amigo, mandé a mis capitanes que en todo lo que posible fuese os sirviesen y favoreciesen, y vuestra merced, por el contrario, no lo ha hecho. Asimismo en lo de Cholula tuvieron vuestros capitanes, con gran copia de guerreros, ordenado por vuestro mandado que nos matasen. He disimulado lo de entonces por lo mucho que os quiero, y asimismo ahora vuestros vasallos y capitanes se han desvergonzado y tienen pláticas secretas que no queréis mandar matar. Por estas causas no quería comenzar guerra ni destruir esta ciudad. Conviene que para excusarse todo, que luego callando y sin hacer ningún alboroto vayáis con nosotros a nuestro aposento, que allí seréis servido y mirado muy bien, como en vuestra propia casa. Y si alboroto o voces dais, luego seréis muerto por estos capitanes, que no los traigo para otro efecto".

Cuando esto oyó Montezuma, estuvo muy espantado y sin sentido, y respondió que nunca tal mandó que tomasen armas contra nosotros, y que enviaría luego a llamar sus capitanes, y se sabría la verdad, y los castigaría. Luego en aquel instante quitó de su brazo y muñeca el sello y señal de Huichilobos, que aquello era cuando mandaba alguna cosa grave y de peso para que se cumpliese, y luego se cumplía. En lo de ir preso y salir de sus palacios contra su voluntad, dijo que no era persona la suya para que tal le mandase, y que no era su voluntad salir. Cortés le replicó muy buenas razones, Montezuma le respondía muy mejores, y que no había de salir de sus casas.

Como Juan Velásquez de León y los demás capitanes vieron que se detenía con él, y no veían la hora de haberlo sacado de sus casas y tenerlo preso, hablaron a Cortés algo alterados, y dijeron: "¿Qué hace vuestra merced ya con tantas palabras? O le llevamos preso o le daremos estocadas. Por eso, tórnele a decir que si da voces o hace alboroto que le mataremos, porque más vale que de esta vez aseguremos nuestras vidas o las perdamos".

Entonces Montezuma dijo a Cortés: "Señor Malinche, ya que eso queréis que sea, yo tengo un hijo y dos hijas legítimas. Tomadlos en rehenes y a mí no me hagáis esta afrenta. ¿Qué dirán mis principales si me viesen llevar preso?" Tornó a decir Cortés que su persona había de ir con ellos, y no había de ser otra cosa, y en fin de muchas razones que pasaron, dijo que él iría de buena voluntad.

Luego le trajeron sus ricas andas, en que solía salir, con todo sus capitanes, que le acompañaron. Y fue a nuestro aposento, donde le pusimos guardas y velas, y todos cuantos servicios y placeres le podíamos hacer. Luego le vinieron a ver todos los mayores principales mejicanos y sus sobrinos a hablar con él y a saber la causa de su prisión, y si mandaba que nos diesen guerra. Montezuma les respondió que él holgaba de estar algunos días allí con nosotros de buena voluntad y no por fuerza, y que, cuando él algo quisiese, se lo diría, y que no se alborotasen ellos ni la ciudad."

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